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El siguiente es el documento principal de la XVI Conferencia Nacional de la Spartacist League/U.S., publicado en Workers Vanguard No. 1177 (17 de marzo de 2023). Este documento reafirma poderosamente que sólo una dirección comunista puede llevar hacia delante las luchas de los obreros y los oprimidos en las entrañas del monstruo imperialista, al exponer cómo el liberalismo es un callejón sin salida.

1. La elección en 2016 del republicano Donald Trump, un político capitalista abiertamente reaccionario, fue producto de las contradicciones crecientes del imperialismo estadounidense en decadencia. Su elección representó un contragolpe de derecha al estatus quo liberal. Casi una década de miseria administrada por el Partido Demócrata, años de embargos hipotecarios, la pérdida de seis millones de trabajos industriales desde el año 2000, deudas aplastantes por servicios médicos y educación, y el enojo general contra las dinastías políticas de la burguesía pavimentaron el camino a Trump. Mientras que Obama rescataba a los bancos, la crisis económica de 2008 fue desastrosa para la clase obrera y los oprimidos. Millones de personas que habían tenido esperanzas en un cambio, vieron esas mismas esperanzas defraudadas y viraron hacia el pútrido populismo de Trump. Su postura antiglobalización, sus delirios antiinmigrantes, sus amenazas de guerra comercial contra China y sus promesas de traer de vuelta los empleos y “drenar el pantano” apelaban a la capa de obreros y pequeños burgueses que estaba harta de la situación en la que la había dejado el gobierno pasado. La demagogia racista de Trump ofreció un chivo expiatorio para las preocupaciones económicas de estas capas, y su indignación vulgar hacia sus oponentes políticos resonaba con aquéllos que fueron devastados por los demócratas y estaban hartos de los políticos en Washington.

2. A Trump lo apoyaban sectores de los capitalistas que se habían beneficiado menos durante los años de Obama, como los patrones del acero, el carbón y la energía. Otro sector de la clase dominante estaba en desacuerdo con su proteccionismo de “Estados Unidos primero” que sacó a EE.UU. del Acuerdo Transpacífico, así como con su trato menos duro con respecto a Rusia. Bajo Trump, los republicanos buscaron aumentar el saqueo imperialista de México a través de la renegociación del TLCAN, pero los demócratas pensaban que el costo de renegociar el saqueo actual era mayor a los beneficios. Ambos partidos están firmemente a favor de la frontera militarizada y la degradación, la deportación y el enjaulamiento de los inmigrantes: simplemente difieren sobre qué tan efectivo es que se les vea gritando acerca de un muro y sobre el tono de la retórica antiinmigrante. Ambos partidos están completamente de acuerdo en que el estado obrero deformado chino debe ser destruido: simplemente difieren en el método más efectivo para librar su ofensiva. Mientras que Trump guiñaba y asentía con la cabeza a la escoria fascista que vive en las grietas de la economía decrépita, los demócratas presiden el mismo sistema social que engendra a los fascistas, y también los tienen en reserva para liberarlos contra los obreros en tiempos de crisis. Simplemente piensan que adoptar las banderas confederadas y las capuchas del Klan no se ve bien cuando van por el mundo saqueando en nombre de “la libertad y la democracia”. En cada cuestión fundamental, las dos alas de la burguesía vuelan juntas. Los demócratas simplemente veían la bravuconería racista de Trump y sus provocaciones contra sus aliados en la OTAN como un obstáculo para perseguir sus intereses imperialistas, y estaban preocupados de que Trump manchara la imagen del imperialismo estadounidense. Sin embargo, las diferencias entre la burguesía eran simplemente desacuerdos tácticos sobre cómo llevar a cabo la explotación de la clase obrera y el saqueo imperialista de la mejor manera. Las objeciones de los demócratas a Trump no representan los intereses de los obreros y los oprimidos, los cuales están contrapuestos a ambas perspectivas burguesas.

3. Para reconquistar su dominio, los demócratas reunieron a sus votantes desencantados por medio de la indignación moral sensiblera sobre la indecencia de Trump. Como Trump es misógino, vota por los demócratas… quienes apoyan la enmienda Hyde [que prohíbe el uso de recursos federales para practicar casi cualquier aborto], cuyo programa es responsable de la erosión del acceso al aborto y quienes representan a la clase que mantiene la opresión de la mujer. Como Trump es racista, vota por los demócratas… quienes presiden los asesinatos deliberados a manos de la policía, la encarcelación en masa y la segregación forzada de las masas negras en casi cada ciudad importante, quienes deportaron cantidades récord de inmigrantes durante el gobierno de Obama, destruyeron el traslado para integrar las escuelas y las prestaciones sociales, y quienes requieren la opresión racial para la estabilidad de su dominio. Como Trump no pagó sus impuestos, vota por los demócratas… cuyas políticas han llevado solamente a la ruina económica y el empobrecimiento de las masas. La supuesta “lucha” de los demócratas contra Trump no era más que un circo mediático descarado sobre el Russia-gate, vergonzosos escándalos de prensa amarillista y peroratas vacías sobre la santidad de la democracia estadounidense. Ni sus desfiles ni sus proclamas con tono de superioridad moral hicieron absolutamente nada por defender a los obreros y oprimidos contra los ataques de Trump. Su único propósito era llevar al electorado nuevamente de su lado y reclamar la presidencia imperial para que pudieran administrar su brutal dictadura de clase con la apariencia que deseaban. La burocracia de la AFL-CIO y los demás burócratas del movimiento obrero fueron instrumentales para alinear a los obreros con este objetivo.

4. A lo largo de este periodo, y el día de hoy, hay una polarización al interior del Partido Demócrata entre el ala “progresista” y la del “establishment”. El ala “progresista” sólo representa una diferencia táctica sobre cómo seducir de mejor manera el apoyo de aquéllos a los que subyugan. Su programa para “luchar contra Trump” era construir un mejor caso electoral para el Partido Demócrata. Los demócratas del “establishment” tenían una estrategia perdedora en la elección de 2016. La campaña de Hillary Clinton ni siquiera se sintió presionada como para ofrecer migajas a las masas que habían sido aplastadas durante años de dominio de su partido, declarando en su lugar que Estados Unidos “ya era grande” y denunciando a sus detractores como “deplorables”. A Sanders y el “Squad” no les parecía útil la estrategia sosa de gritar que Trump era la marioneta de Putin. En su lugar, ellos creían que las masas morderían mejor el anzuelo con grandilocuencias contra la “clase multimillonaria” y con promesas de servicios médicos y reducción de deuda. Pero estos “progresistas” no tienen intención alguna de librar siquiera una riña al interior del partido para cumplir con las promesas que lanzan en el periodo de campaña. Ellos se someten diligentemente a la disciplina de su partido, actuando como abogados de los menos populares Pelosi y Biden y sirviendo a los intereses de la clase dominante. Ambas alas están de acuerdo en todas las cuestiones fundamentales para administrar el dominio capitalista. A pesar de esto, los liberales y la izquierda se enamoraron perdidamente del espectáculo montado por estos “progresistas”, que tratan de darle más chispa al programa de su partido imperialista.

5. Fue una traición criminal que aquéllos que dicen ser “socialistas” y estar a favor de la “independencia de clase” apoyaran la “resistencia” de los liberales, de manera explícita o implícita. Unidos por el pegamento de “cualquiera menos Trump” y la “ideología del mal menor”, ataron a los obreros y los oprimidos a un ala de la burguesía y su dominio depredador. Desde las ciudades santuario hasta la Berniemanía, desde las Marchas de Mujeres y el #MeToo hasta la “lucha contra el fascismo”, Black Lives Matter (BLM), y la unidad nacional en la pandemia, casi todo grupo de izquierda sirvió como tropas en el terreno para casi toda iteración del frente popular anti-Trump, siguiendo con ansias la dirección de los liberales y traicionando los intereses de los obreros y los oprimidos. El grupo supuestamente socialista más grande, la International Socialist Organization (ISO), se autodestruyó y se disolvió en los DSA [Democratic Socialists of America] del Partido Demócrata. Algunos, como Socialist Alternative, pretendieron mantener una postura simbólica de independencia, mientras que apoyaban totalmente a Sanders, suplicándole al senador, quien ha servido a los imperialistas por 32 años en el congreso, que formara un tercer partido. El Revolutionary Communist Party incluso llegó a organizar manifestaciones protestando en contra de que Trump despidiera al director del FBI. Estos traidores al socialismo se pasaron cuatro años lamiéndole las botas a los liberales y suplicándoles que construyeran un “movimiento de masas en las calles”. Sus esfuerzos no consiguieron absolutamente nada para los obreros y los oprimidos y, más aún, aseguraron que no hubiera ninguna lucha de verdad contra Trump. Su programa de colaboración de clases paralizó la lucha y su exhortación histérica arreó ganado electoral para los demócratas.

6. Organizaciones centristas como Left Voice [sección estadounidense de la FT-CI], el Grupo Internacionalista (GI) y la Spartacist League/U.S. montaron un teatro un poco más convincente, actuando como críticos de izquierda de varios de los engranes del aparato del frente popular anti-Trump, sirviéndole como una cobertura de izquierda. Mientras que todos ellos gritoneaban sobre la revolución y que hay que romper con los demócratas, buscaban construir el componente obrero del frente popular y empujar a movimientos como BLM a la izquierda criticando sus excesos más cobardes. Estos centristas hicieron todo menos movilizar a los obreros y la juventud sobre la base de un programa comunista contrapuesto. A pesar de sus diferencias tácticas con los grupos más abiertamente reformistas, el resultado era el mismo: la dirección de las masas —motivadas en gran parte por la miseria creada por el capitalismo y en búsqueda de soluciones— quedó en las manos de los liberales, quienes no las dirigirían a la salvación, sino que las llevarían a la derrota y la desmoralización. Por ejemplo:

  • La SL/U.S. y el GI tuvieron una rencilla superficial sobre las ciudades santuario. El GI apoyó el “santuario” porque “constreñía” a los policías, y la SL/U.S. “da[ba] la bienvenida a cualquier medida que pueda obstaculizar a la migra” mientras que “advertía” contra la “noción” de las “ciudades santuario”. Ambos forjaron ilusiones de que la hoja de parra del Partido Demócrata de las “ciudades santuario” era una “reforma” apoyable y no un artificio simbólico para adormecer a los migrantes con una falsa sensación de seguridad.
  • Mientras que Left Voice es abiertamente “socialista-feminista” y el GI y la SL/U.S. ofrecen críticas estériles al feminismo, todos respondieron al movimiento liberal de mujeres con condenas a los demócratas, llamados por “movilizaciones obreras independientes” y llamados por la revolución. Ninguno trazó la línea de clase contra el feminismo ni exhibió que una alianza con la burguesía es un obstáculo al aborto y todos los derechos de las mujeres. Esta capitulación es la razón por la que todos alaban, a veces críticamente, a organizaciones feministas burguesas como Planned Parenthood.
  • Todas las organizaciones fueron porristas de BLM, a pesar de que el GI y la SL/U.S. lo identificaran abiertamente como un movimiento liberal. Todas las organizaciones llamaron por que el movimiento obrero defendiera a los negros sin trazar una línea de clase contra el programa liberal de BLM. Si bien el GI y la SL/U.S. se oponen a la reforma de la policía como un callejón sin salida, se rehusaron a trazar la conclusión de que es necesario romper con un movimiento cuyo programa colaboracionista de clase inherentemente ata a los oprimidos a la administración del estado.

Ni una sola de estas versiones del frente popular anti-Trump se enfrentó con un programa comunista de oposición al movimiento liberal, el cual estaba movilizando a las masas en contra de sus intereses. Se necesitaba un movimiento comunista contrapuesto, y en contra de Trump, pero aquéllos que reclamaban el manto del comunismo se rehusaron a construir uno.

7. La presidencia de Trump representó un giro a la derecha en la sociedad y ejerció presión en toda la izquierda, pero esto no cambió las tareas fundamentales de los comunistas en este periodo. Los obreros y todos los oprimidos necesitaban desesperadamente una dirección que pudiera trazar un camino independiente hacia delante, pero ni un solo grupo de izquierda tomó en sus manos la tarea. Como resultado, la única resistencia a Trump fue organizada sobre la base de un programa colaboracionista de clase que subordinó los intereses del proletariado a los de la burguesía liberal. De esta “lucha” patética bajo una dirección liberal, los obreros y los oprimidos no consiguieron nada. De hecho, los únicos resultados fueron el fortalecimiento del dominio capitalista, la elección de otro capataz burgués del otro partido, y condiciones aún peores para obreros y oprimidos. Ésta es la consecuencia de la crisis de la dirección revolucionaria.

8. La traición central de la SL/U.S. durante la presidencia de Trump, la cual se derivaba de años de degeneración y revisionismo acumulado, fue la abdicación total de la lucha por la hegemonía comunista: es decir, la razón de nuestra existencia. El documento de conferencia de 2018 argumentó que “tarde o temprano el prolongado reflujo actual en Estados Unidos se quebrará”, y que:

“Nuestra tarea es defender el programa marxista para ser capaces de intervenir en los estallidos inevitables de lucha social y de clase, a través de los cuales se forjará un partido obrero multirracial revolucionario para dirigir la lucha por derrotar al imperialismo estadounidense mediante la revolución socialista”.

—“In the Predominant Imperialist Power” [“En la potencia imperialista predominante”], Internal Bulletin [Boletín Interno] No. 138, punto 23

Así, la SL/U.S. había concluido que nuestro propósito hoy no es luchar por una dirección revolucionaria, sino esperar a que cambiara el periodo. Justificamos nuestra abdicación culpando al bajo nivel de lucha de clases, y luego identificamos esto como la principal presión sobre nosotros:

“Sobre todo, la presión subyacente que enfrentamos y la característica definitoria del contexto actual es la falta de lucha de clases en Estados Unidos”.

—Ibíd., punto 73

Pero la presión principal de este periodo era que los marxistas se liquidaran en el liberalismo. Los marxistas debían contraponer un programa comunista de acción que enfrentara clase contra clase. La única vía para que el programa marxista se convirtiera en una fuerza real era que los revolucionarios lo usaran para romper las cadenas del liberalismo que unen a los demócratas, la burocracia sindical y la izquierda reformista y centrista. En vez de esto, la SL/U.S. usó el periodo objetivo para justificar la sustitución de una política revolucionaria por una cobertura marxistoide centrista y ampulosa del economicismo socialdemócrata y el antirracismo liberal, lo cual la llevó a cruzar la línea de clase.

La cuestión del partido

9. El primer artículo de WV en respuesta a la elección de Trump ya era un ejemplo de las aspiraciones centristas y socialdemócratas de la SL/U.S. Junto con el periodismo lleno de jerga y ecos a los temas de conversación liberales, encontramos el núcleo programático de lo que teníamos para ofrecer:

“Ya es hora de que se movilice un odio de clase genuino contra los políticos republicanos y demócratas, cualquiera que sea su raza o sexo, y los gobernantes capitalistas a los que sirven. El poder para resistir las depredaciones del capitalismo está en manos de los hombres y las mujeres —negros, blancos e inmigrantes— cuyo trabajo hace girar las ruedas de la producción y produce la riqueza de los capitalistas. Necesitamos un partido obrero multirracial revolucionario que defienda la lucha por la libertad de los negros, por los plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes, por los derechos de las mujeres y por la liberación de todos los oprimidos en la lucha por un Estados Unidos socialista” (énfasis en el original).

—“We Need a Multiracial Revolutionary Workers Party!”, (“¡Necesitamos un partido obrero multirracial revolucionario!”), WV No. 1100, 18 de noviembre de 2016

10. Movilizar a la clase por sus propios intereses requiere un programa revolucionario en oposición directa al liberalismo dominante. Todo lo demás es sólo una cobertura del frente popular. Luchar por la liberación de la mujer requiere una lucha contra las feministas, luchar por la liberación negra requiere una lucha contra BLM, luchar por la atención médica requiere una lucha contra Sanders y sus aduladores. En ninguna parte del artículo ni en ningún otro de los siguientes cuatro años la SL/U.S. explicó la necesidad de romper con los falsos líderes de estos movimientos, ni explicamos que sólo un programa comunista podría hacer avanzar la lucha de los negros, los inmigrantes, las mujeres o los obreros. En cambio, la SL/U.S. ofrece promesas de prosperidad en una futura sociedad socialista. Los liberales y toda la izquierda estaban ansiosos por construir un movimiento de masas que supuestamente defendería a los negros, los inmigrantes y las mujeres del terror de Trump, pero la SL/U.S. no trazaba en ninguna parte del artículo, ni en ningún otro en los siguientes cuatro años, una línea de principios contra sus esquemas liberales. Señalar el poder social objetivo de la clase obrera, la necesidad de romper con los demócratas y la necesidad de abogar por los oprimidos no es, en sí mismo, revolucionario: es compatible con la socialdemocracia. Mientras nos neguemos a estar en una clara oposición programática al liberalismo y el reformismo que cautiva a las masas que se movilizaron contra Trump, no estaremos construyendo el partido de vanguardia, sino actuando como un obstáculo más, ya sea que aullemos sobre la “revolución” o no.

11. Nuestro intento falso en el mismo artículo de trazar una línea contra nuestros supuestos oponentes surge en respuesta a la ISO, la cual señaló “el potencial para construir una resistencia de base más fuerte” a raíz de la victoria de Trump. WV responde:

“El propósito de los socialistas genuinos no es construir un movimiento ‘de base’ sin clases, que sembraría las semillas de un Partido Demócrata renovado u otro ‘tercer partido’ capitalista, sino desarraigar todo el sistema decadente del capitalismo estadounidense”.

—Ibíd.

Esta contraposición maximalista estéril es una abdicación total de la lucha por construir una oposición comunista a Trump. La ISO quiere construir un movimiento y nosotros queremos una “revolución”. ¡No! La cuestión candente sobre la mesa no era si construir un movimiento hoy o soñar con una revolución mañana. La pregunta era: ¿sobre qué programa se construiría un movimiento contra Trump? ¿Un frente popular reformista, colaboracionista de clase, que es un callejón sin salida? ¿O la independencia de clase revolucionaria en abierta oposición a toda manifestación de una dirección engañosa traidora? Todo el discurso de WV sobre un “partido obrero multirracial revolucionario”, sin contraponer un programa comunista de lucha contra el liberalismo y el reformismo hoy, no era más que una cobertura para el frente popular.

12. Si no luchas por un partido explícitamente revolucionario para hoy, estás construyendo un partido reformista. Y si un partido reformista puede defender los intereses de la clase obrera, ¿quién necesita un partido comunista? Finalmente, WV decidió dejar de fingir y llamó explícitamente por un partido laborista reformista. En el artículo de 2020 sobre los estibadores del ILA [sindicato portuario], WV concluyó con una cita de Ira Steward, un laborista de antes de la Primera Guerra Mundial, que aboga por un partido laborista reformista para administrar el estado capitalista:

“Es evidente, por lo tanto, que el primer deber del Labor Reformer es organizar a la clase obrera en un partido político que será el único medio por el cual podrán asumir el poder para hacer las leyes con las que el trabajo o el capital estarán obligados a obedecer” (énfasis añadido).

13. Contrariamente al marco de la SL/U.S., la construcción de un partido reformista que luche por los oprimidos no es una etapa por la que deba pasar la lucha de clases, sino un obstáculo para defender y promover los intereses de los obreros hoy. Como dijo Cannon en la lucha de 1948 en el SWP [Socialist Workers Party] sobre el apoyo a la campaña del tercer partido burgués de Wallace, que estaba respaldada por los estalinistas:

“Existe la concepción reformista de que un partido laborista, por su propia naturaleza, debe ser necesariamente un partido reformista, y que el reformismo es una etapa necesaria e ine-vitable del desarrollo de un movimiento político de la clase obrera. Contra eso está la concepción marxista de que una etapa reformista de la política de la clase obrera no es necesaria ni preferible; no abogamos por que los obreros pasen por una etapa de reformismo en el camino hacia la política marxista revolucionaria.

“Por lo que sí abogamos es por el partido revolucionario de la clase obrera, que formula el programa de sus intereses históricos. Y esta línea nuestra, el propugnar de la política marxista revolucionaria de la clase obrera, nunca cambia. Persiste en todas las etapas de desarrollo del movimiento...

“Reafirmemos nuestras premisas básicas: cuando hablamos de desarrollar la acción política independiente de los obreros, nuestro objetivo fundamental es construir el partido revolu- cionario de los obreros porque sólo eso expresa correcta y verdaderamente la independencia de la clase obrera”.

—SWP Internal Bulletin [Boletín interno del SWP] (abril de 1948)

14. WV, durante años, ha impulsado que un partido obrero de “lucha de clases”, independiente de los demócratas, sería una expresión de independencia de clase. Sin embargo, en ausencia de un programa contrapuesto al reformismo liberal, esto es simplemente una ruptura organizativa. Sin una ruptura política con el liberalismo que vincula los programas de la burocracia sindical, BLM, Sanders y todas las tendencias traicioneras que empujan un programa no revolucionario, las luchas de los obreros y los oprimidos seguirán subordinadas a los intereses de la burguesía. Sólo un partido revolucionario cuyo programa se base en la necesidad de la dictadura del proletariado puede defender y promover los intereses de la clase obrera y conducirla a la emancipación. Un partido socialdemócrata nominalmente independiente sólo busca reconciliar los intereses irreconciliables de los explotados con los del explotador. Su aceptación de la esclavitud asalariada sólo conduce a la traición de nuestra clase. La lección clave de la Revolución Rusa y del colapso de la Segunda Internacional es que la vanguardia comunista debe escindir al movimiento obrero de los reformistas y luchar contra todos los que los concilian. Como Lenin argumentó contra Kautsky:

“...ahora en los países imperialistas de Europa, se prosternan como lacayos ante los oportunistas, que son extraños al proletariado como clase, que son servidores, agentes y portadores de la influencia de la burguesía y, si no se desembaraza de ellos, el movimiento obrero seguirá siendo un movimiento obrero burgués. Su prédica de la ‘unidad’ con los oportunistas, con los Legien y los David, los Plejánov y los Chjenkeli, los Potrésov, etc., es, objetivamente, la defensa de la esclavización de los obreros por la burguesía imperialista a través de sus mejores agentes en el movimiento obrero. La victoria de la socialdemocracia revolucionaria en escala mundial es absolutamente ineludible, pero se produce y se seguirá produciendo, viene y llegará sólo contra ustedes, será una victoria sobre ustedes”.

—“El imperialismo y la escisión del socialismo”, 1916