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Traducido de Spartacist (Edición en inglés) No. 67, agosto de 2022.

Este nuevo número de Spartacist se publica en un momento de crisis e inestabilidad en el mundo. La pandemia de Covid-19 ha mostrado la bancarrota absoluta del sistema capitalista y su incapacidad, incluso en los países más avanzados, para satisfacer las necesidades de salud y sociales más básicas de los trabajadores. La invasión rusa de Ucrania, provocada por el cerco a la Rusia capitalista por parte de los imperialistas de la OTAN, muestra la urgencia de derrocar a los imperialistas del mundo como la única forma de obtener una paz duradera. Éstos han sido los dos sucesos clave de los últimos dos años, que a su vez han provocado un aumento en la inflación no visto desde finales de la década de 1970 y han contribuido a la ruptura de las cadenas globales de abastecimiento. Las amenazas de la crisis económica, la hambruna y la guerra se ciernen sobre miles de millones de personas.

Lo que hemos presenciado desde 2020 es un cambio en el periodo histórico, que plantea nuevos problemas para los revolucionarios a los cuales hay que dar respuesta de una manera marxista genuinamente ortodoxa. La tarea de los revolucionarios es desarrollar la doctrina y el programa marxistas a través de su propia extensión, en oposición completa e irreconciliable a los reformistas y los pacifistas que transforman el marxismo en puro liberalismo burgués, o que simplemente son porristas de fuerzas no revolucionarias.

La tarea que nos planteamos en los albores de este nuevo periodo es cohesionar las fuerzas del marxismo auténtico alrededor de un programa claro que responda de manera revolucionaria a los problemas candentes que enfrenta el proletariado internacional. Este número de Spartacist es una contribución a dicha tarea. Rechazamos el concepto de la “familia de la izquierda”, según el cual todos los que pretendan estar a favor del socialismo comparten un objetivo común. Construir una nueva internacional revolucionaria, es decir, reforjar la IV Internacional destruida por el revisionismo hace muchas décadas, requiere un programa comunista claro, el cual sólo puede elaborarse a través de una lucha implacable contra aquéllos que dicen estar por la revolución pero que de hecho promueven engaños reformistas.

Sería absurdo que nosotros, la Liga Comunista Internacional, pretendiéramos ser la IV Internacional. Nuestras fuerzas numéricas son demasiado débiles. Pero creemos firmemente que los elementos de programa contenidos en este número de Spartacist son esenciales para reforjar la IV Internacional —el partido mundial de la revolución socialista— en nuestra época.


2020 inició con la pandemia de Covid-19, una catástrofe social y económica para los trabajadores alrededor del mundo. La burguesía respondió al virus encerrando a la población en sus casas por meses y meses, incrementando todos los aspectos de la opresión capitalista, con la clase obrera al nivel internacional sufriendo enormes recortes salariales, la aceleración del ritmo de trabajo, despidos masivos, etc. Frente a la ofensiva de las burguesías contra las condiciones de vida de los obreros, la dirección de la clase obrera en todos los países traicionó por completo al proletariado, sumándose de lleno a la orgía de unidad nacional. Cuando la clase obrera necesitaba desesperadamente llevar a cabo luchas defensivas para proteger su salud y seguridad laboral contra el virus, abordar las raíces sociales de la crisis y ofrecer resistencia a la ofensiva de los patrones, los dirigentes de los sindicatos y de los partidos obreros se comprometieron a ayudar a los gobernantes capitalistas a imponer sus medidas devastadoras, desarmando al proletariado.

Internacionalmente, todos los liberales disfrazados de “socialistas” pasaron los años de 2020 a 2022 abogando (en reuniones de Zoom) por confinamientos más largos y severos, exigiendo que los estados capitalistas controlaran y suprimieran todavía más al movimiento y las actividades del proletariado en nombre de “salvar vidas”. Nuestra propia organización sucumbió ante estas presiones durante el primer año de la pandemia. Fue hasta abril de 2021, tras una feroz lucha interna, que fuimos capaces de corregir nuestro curso y publicar nuestra declaración internacional “¡Abajo los confinamientos!” (ver página 5). Ésta sigue siendo la única posición marxista alrededor del mundo opuesta a los confinamientos sobre la base de un programa revolucionario de lucha de clases.

A lo largo de los últimos dos años, en muchos países los falsos dirigentes liberal-reformistas del proletariado y la izquierda “socialista” se opusieron y escupieron a las manifestaciones contra las medidas de confinamiento y las amenazas de despidos masivos en nombre de la vacunación obligatoria, y frecuentemente llamaron por que fueran aplastadas por el estado. Uno de los casos más polarizadores fue el movimiento de camioneros en Canadá, que fue condenado por la prensa burguesa internacionalmente y por muchos grupos “socialistas” como fascista y reaccionario simplemente por oponerse al gobierno y los despidos masivos. En contraste, nuestro artículo titulado “¡El movimiento obrero debe defender a los camioneros!” [ver “Labour Must Defend the Truckers!”, Spartacist (Edición en inglés) No. 67] tomó una posición en defensa de las manifestaciones mientras les contraponía la necesidad de una oposición comunista al gobierno capitalista.


China se encuentra al centro de los sucesos mundiales, como epicentro de la pandemia de Covid-19 y el principal blanco del imperialismo estadounidense, el cual está determinado a mantener su hegemonía sobre la región del Pacífico con ayuda del imperialismo japonés y sus demás aliados. Los dos últimos años han estado marcados por una escalada dramática de la campaña de guerra dirigida por EE.UU. contra la República Popular China. El objetivo final de los imperialistas es el derrocamiento de las conquistas de la Revolución de 1949, exactamente como lo lograron hace 30 años en la URSS. En China misma, la burocracia gobernante del Partido Comunista (PCCh) ha respondido a la crisis de Covid-19 imponiendo los confinamientos más drásticos y brutales del mundo, un desastre para los obreros y campesinos y una amenaza para la supervivencia misma de la República Popular.

Al nivel internacional, en la izquierda dominan dos programas falsos respecto a China. Por un lado, particularmente en el mundo occidental, la mayoría de los grupos seudosocialistas consideran a China capitalista e incluso imperialista, una posición contrarrevolucionaria que niega la necesidad de defender las conquistas de la Revolución de 1949 y capitula a las grandes potencias imperialistas. Por el otro lado, muchos de los supuestos comunistas (e incluso “trotskistas”) aplauden a la burocracia estalinista y promueven la idea falsa de que oponerse al PCCh equivale a oponerse a China. Con el brote de Covid, estas dos alas opuestas convergieron en un acuerdo común al aclamar los confinamientos brutales del PCCh como un “modelo” para el mundo. Nuestra organización se montó en esta ola oportunista.

Contra todos estos callejones políticos sin salida y corrigiendo nuestro previo curso erróneo, nuestro artículo “La pandemia en China: Trotskismo vs. estalinismo” (ver contraportada) reafirma el único programa que puede abrir el camino al socialismo internacional: el trotskismo. El artículo se opone a la desastrosa política de “cero Covid” del PCCh, combinando la defensa militar incondicional de China con la lucha por echar a la burocracia estalinista a través de una revolución política para remplazar su dominio con una dirección internacionalista y genuinamente revolucionaria.


Al tiempo que la pandemia parecía ralentizarse a inicios de 2022, tropas rusas cruzaron la frontera ucraniana en una invasión a escala total. El estallido de la guerra en Europa ha puesto de manifiesto la amenaza de una confrontación global entre las potencias imperialistas y Rusia. Años de provocaciones de la OTAN, incluyendo el cambio de régimen de 2014 en Kiev orquestado por EE.UU., provocaron esta guerra, la cual constituye la primera resistencia significativa al orden mundial dominado por EE.UU. desde la caída de la URSS.

Las burguesías imperialistas, enfurecidas por este desafío a su derecho exclusivo de saquear Ucrania, intentaron otra vez promover la unidad nacional para movilizar a sus poblaciones detrás de la OTAN y detrás de Ucrania. Al unísono, los dirigentes de los sindicatos y los partidos obreros, junto con la mayor parte de los seudomarxistas, salieron en defensa de Ucrania contra “la guerra de Putin”, exigiendo la derrota y retirada del ejército ruso. Éste es un llamado por la victoria del gobierno de Zelensky y un apoyo abierto a los objetivos de los imperialistas en la región. Otros en la izquierda, particularmente en países bajo el yugo imperialista, han salido en apoyo de Rusia bajo la falsa pretensión de que está llevando a cabo una guerra de defensa legítima contra los imperialistas.

Nuestra declaración sobre la guerra en Ucrania, “Obreros ucranianos y rusos: ¡Volteen las armas contra sus gobernantes!” (ver página 3), es una aplicación directa del programa de V.I. Lenin durante la Primera Guerra Mundial. A pesar de la ayuda que Ucrania está recibiendo de los imperialistas, ésta es una guerra entre dos países no imperialistas. Ucrania no está librando una lucha justa de liberación nacional, sino que está luchando por esclavizar el país a los imperialistas de EE.UU., la Unión Europea (UE) y la OTAN. Rusia no está luchando una guerra legítima de defensa nacional contra el imperialismo, sino que está luchando por traer a Ucrania de vuelta a su esfera de influencia. En la lucha sobre qué pandilla de matones dominará Ucrania, los marxistas debemos luchar por el derrotismo revolucionario, es decir, por transformar esta guerra reaccionaria entre naciones en una guerra civil revolucionaria contra los capitalistas ucranianos y rusos.

Como Lenin mostró hace más de un siglo, esto significa, particularmente en los países imperialistas, llevar a cabo la lucha más resuelta contra la dirección del movimiento obrero, que subordina a la clase obrera a los objetivos y los intereses de sus explotadores. En Alemania, donde la polarización en la izquierda debida a la guerra ha sido particularmente aguda, nuestros camaradas han estado al frente de la lucha contra los embusteros socialchovinistas y pacifistas en la izquierda. Su artículo “¡Echar de la izquierda a los partidarios de la UE y la OTAN!”, junto con su propuesta de moción en la conferencia de partido de Die Linke (ver páginas 9 y 11), es una aplicación viva y concreta de la lucha de Lenin por escindir al movimiento obrero entre los revolucionarios auténticos por un lado, y los reformistas, socialchovinistas y pacifistas por el otro.

La lucha de Lenin durante la Primera Guerra Mundial estuvo dirigida crucialmente contra los centristas, es decir, aquéllos que son revolucionarios en palabras pero socialchovinistas en los hechos. En este espíritu, este número incluye una polémica extensa contra el Grupo Internacionalista (GI), “El centrismo y la guerra en Ucrania” (ver página 16). Aunque el GI es numéricamente insignificante, su programa y acciones, que dan la apariencia de marxismo ortodoxo, de hecho capitulan y encubren al socialchovinismo. Igual que Karl Kautsky durante la Primera Guerra Mun-dial, tal centrismo es el mayor obstáculo para cohesionar un núcleo auténticamente revolucionario.


No es un secreto para nadie que dé seguimiento a nuestra organización que hemos estado llevando a cabo discusiones internas intensas y realineamientos políticos cualitativos durante los últimos años. (Ello se refleja en el cambio de composición del Comité de Redacción de Spartacist [Edición en inglés].) Uno de los artículos más sustanciales políticamente en este número de Spartacist es el documento adoptado en la Conferencia Nacional de diciembre de 2021 de la Spartacist League/Britain. “En defensa del programa revolucionario (II)” (ver página 37) es una reafirmación poderosa del marxismo revolucionario contra el curso que siguió nuestra sección británica durante los años en que Jeremy Corbyn fue dirigente del Partido Laborista.

El documento incluye elementos indispensables del leninismo para todo aquél que quiera ser un revolucionario en Gran Bretaña, o de hecho en cualquier otro lado. En el contexto de la popularidad creciente del sindicalismo en EE.UU., Gran Bretaña y otros lugares, vale la pena resaltar la insistencia del documento sobre la necesidad de una dirección revolucionaria en los sindicatos, en contraposición al programa reformista de simplemente presionar a los sindicatos a ser más combativos (ver la sección “Un reformismo muy británico”, página 51). Contra el reformismo del Partido Laborista británico y de la izquierda “socialista” que gravita en torno a éste, “En defensa del programa revolucionario (II)” aplica a la realidad actual las lecciones clave del bolchevismo, de la Comintern de primera época y del trotskismo sobre las cuestiones del estado, el imperialismo y el partido revolucionario.


Ya sea la pandemia de Covid-19, la guerra en Ucrania, la inflación, China, o cualquier otro problema candente que enfrente el proletariado hoy día, hay una cuestión inevitable que los conecta a todos: la cuestión de la dirección revolucionaria. Hay una profunda contradicción entre las necesidades urgentes de la clase obrera internacionalmente y el estado de su dirección. Habiendo sufrido décadas de ataques contra sus estándares de vida, los obreros en todo el mundo ahora enfrentan la inflación masiva, la amenaza de la guerra y la crisis económica. Pero la dirección de la clase en todos los países está compuesta por la peor calaña de canallas traicioneros y antirrevolucionarios. El objetivo final de los falsos socialistas es aconsejar y presionar a la dirección existente de la clase obrera, o simplemente adornar con nuevas vestiduras los mismos callejones sin salida del pasado.

Nosotros, la LCI, nos dedicamos a resolver esta contradicción a través de una lucha firme por la dirección del proletariado internacional, sobre la base de un programa claro por el establecimiento del orden socialista mundial. Esperamos que este número de Spartacist pueda impulsar la claridad política necesaria para avanzar en esta dirección.